La bomba atómica española

Ciudad de Hiroshima, seis de agosto de 1945.

El Imperio japonés no termina de rendirse ante la invasión norteamericana de su territorio. La guerra parece que no vaya a terminar jamás. Pero lo cierto es que era cuestión de tiempo. Sin embargo, el presidente Truman no está dispuesto a permitir que sigan muriendo soldados de los Estados Unidos en el Océano Pacífico a donde se ha reducido la guerra puesto que desde hacía tres meses se había acabado en Europa.

60 millones de personas habían muerto ya en los distintos escenarios bélicos. Truman encargó un estudio a la Secretaría de la Guerra de los Estados Unidos que estimó todavía un número de 1.400.000 bajas entre los efectivos norteamericanos si continuaban con la invasión de Japón. La sangría debía acabar cuanto antes y el presidente tenía el arma definitiva que lo conseguiría.

Desde 1939, Einstein había estado trabajando en un experimento ultrasecreto conocido como “Proyecto Manhattan” para la construcción de una bomba atómica y el uso posterior de la energía nuclear para distintos fines, especialmente para la gradual sustitución del petróleo por la energía atómica.

En 1941, Pearl Harbor es atacado por la aviación japonesa por lo que los Estados Unidos entran oficialmente en la Segunda Guerra Mundial dando prioridad al proyecto atómico al que se unen Canadá y Gran Bretaña, País este último que había sido muy castigado por la aviación alemana en la Batalla de Inglaterra con casi 30.000 víctimas mortales, la mayoría civiles.

En 1945, después de cuatro años en guerra y habiendo muerto recientemente Roossevelt, el presidente Truman tenía muy claro que no podía seguir permitiendo la muerte de más soldados norteamericanos pues ya habían caído más de 400.000 y la opinión pública de su País se cuestionaba muy seriamente si era necesaria una sangría así y por lo tanto si valía la pena una invasión de Japón que elevara el número de víctimas a tres veces más de las ya sufridas puesto que entrar en Japón no era como combatir en las otras Islas del Pacífico o en el continente asiático. Los japoneses habían demostrado que sabían luchar y además que no se rendirían: preferían morir por su emperador y su País antes que rendirse y eso les costaría muy caro a los norteamericanos que además se veían solos. Ninguna potencia se encontraba en condiciones como para proseguir la guerra en Japón, salvo tal vez los rusos pero eran comunistas y no hubiera sido bien visto aliarse con ellos en tan laboriosa empresa, máxime cuando ya se había iniciado la Guerra Fría y se pugnaba por adquirir la mayor influencia posible en Europa y Asia frente a la UniónSoviética.

El ejército rojo era realmente poderoso lo que asombró a los norteamericanos y a los británicos, ni que decir tiene que también a los alemanes. Era increíble como se habían rehecho de las pérdidas ocasionadas en la guerra contra Alemania. Ahora, en 1945, el Mundo se repartía entre las dos nuevas superpotencias: la República de los Estados Unidos de Norteamérica y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Era el momento de Truman y del proyecto Manhattan. Algunos autores e historiadores creen que los científicos alemanes colaboraron muy activamente para dar al proyecto el empujón último que necesitaba, el caso es que en agosto de 1945, Truman solicita formalmente a Japón su rendición incondicional. Para entonces Japón había sido tan bombardeado que prácticamente estaba destruido por completo por lo que el emperador y sus generales casi suplicaron a Rusia y Suecia que mediaran ante los Estados Unidos para un fin dialogado de la guerra. Pero la suerte para Japón estaba echada.

Había que demostrarle al nuevo gigante asiático, la Unión Soviética, quienes mandaban realmente en el Mundo: Truman, a pesar de la Conferencia de Postdam en la que se le exigía al Imperio nipón que entregara a los responsables políticos que ordenaron la entrada en la guerra, la entrega igualmente de sus colonias a los Estados Unidos y la ocupación de su territorio por parte de la superpotencia para la construcción de numerosas bases militares desde las que vigilar a los soviéticos en el Pacífico, a pesar de que los japoneses accedieron en principio pero pidieron tiempo para consultarlo con sus asesores, solo eso, aún así, sin esperar a la respuesta definitiva del emperador japonés, Truman ordenó el lanzamiento de una de las dos bombas atómicas de las que disponían entonces, aconsejado por el primer ministro británico Attlee.

El efecto destructor fue tan impactante, la ciudad de Hiroshima quedó completamente destruida, que el Mundo entero, al enterarse del suceso, sobre todo, después de comprobar como tres días después estallaba otra bomba aún peor en Nagasaki, todas las naciones del Mundo, incluida la Unión Soviética se dieron cuenta de quienes mandaban verdaderamente pero también de lo importante que era desarrollar la energía atómica desde ese preciso instante y la dictadura franquista no iba a ser menos.

España se encontraba en una posguerra muy cruda pero ya desde los inicios de la contienda mundial los militares y científicos españoles habían entrado en contacto con alemanes y de otros Países avanzados para conocer los últimos adelantos en investigación nuclear.

Después de Hiroshima y Nagasaki, el Gobierno de Franco se percató de lo importante que era desarrollar sus conocimientos en la materia. Tenían la base y ahora había que obtener recursos.

España es el segundo País europeo con mayores reservas de uranio pero el problema estaba en su enriquecimiento. Una bomba atómica tiene su base de uranio enriquecida en un 90 % y la central más importante para ello se encuentra en Francia por lo que en los años 60 el general De Gaulle propuso a España colaborar en un programa nuclear conjunto para no depender de los Estados Unidos a los que ya se había supeditado Gran Bretaña. Por aquel entonces, Francia y España tenían los ojos puestos en el norte de África y la amistad que parecía nacer entre los Países del Magreb y la Unión Soviética lo que unido al temor de una guerra nuclear entre las dos grandes superpotencias mundiales obligaba a Europa a buscar una alianza con una u otra u optar por la solución francesa de edificar una defensa propia.

Ya en 1955, una comisión de los Estados Unidos que visitó España reconocía que nuestro País era el quinto del Mundo con mayores conocimientos en materia nuclear y además poseía una reserva importante de uranio.

Los principales impulsores del proyecto nuclear español fueron el almirante Carrero Blanco, ministro de la presidencia de España por aquel entonces que encargó desde 1951 que se le diera máxima prioridad al desarrollo de la investigación atómica creándose la Junta de la Energía Nuclear a la que puso al frente al almirante Otero Navascués, precisamente el año que Carrero Blanco alcanzaba su ministerio que ocuparía durante 16 años hasta su nombramiento como vicepresidente del Gobierno. Durante los años 50 y 60, España construyó cuatro reactores de investigación obteniendo dinero por distintas vías, algunas bastante oscuras y con ciertas cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales. Debemos tener en cuenta que los Estados Unidos controlaban muy de cerca el tráfico de uranio y plutonio, la extracción, fabricación o enriquecimiento de los mismos o la investigación nuclear por el temor a la aparición de otras potencias nucleares que les restara a ellos influencia en la escena internacional o una posible alianza con los soviéticos y por la misma razón pero viceversa los rusos controlaban a los Países del Pacto de Varsovia y aliados.

José María de Areilza era el embajador español en Francia en los años 60 y fue a él a quién De Gaulle le propuso la instalación de una central nuclear que produjera plutonio en España. Vandellós fue la central escogida aunque era algo anticuada pero en una cuarta parte propiedad de la empresa francesa EDF y si se reducía su rendimiento comercial a una quinta parte de su potencial, el plutonio 239 que podía obtenerse sería excepcional una vez separado en una pequeña planta de procesamiento y más teniendo en cuenta que era la única central española que los norteamericanos no controlaban debido a la intervención francesa que se comprometía a utilizar la central con fines pacíficos y de investigación universitaria y por supuesto el Gobierno español aseguraba que solo se producía energía eléctrica, si bien tanto España como Francia se habían negado a firmar el TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear).

Con Carrero Blanco como vicepresidente se impulsa la investigación nuclear en España y se construye la planta de procesamiento que se necesitaba para separar el plutonio necesario para la construcción de bombas atómicas. Todo estaba preparado por lo que el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacionalcomienza a publicar, en 1971, investigaciones sobre el uso militar de la energía nuclear aunque para información solo de altos mandos militares y las principales figuras políticas del Régimen.

Se recomienda en esos informes la construcción de otra planta de procesamiento enteramente española para evitar algún tipo de condicionamiento francés y el Sáhara Occidental como campo de experimentación como anteriormente había hecho Francia cuando aún era dueña de Argelia (después marcharía al Pacífico a realizar allí sus pruebas nucleares que tantas repulsas internacionales han motivado).

El coste de la puesta en marcha de la primera bomba atómica española se calcula que hubiera costado 8.700 millones de pesetas de la época.

El secretario de Estado norteamericano Kissinger visita España y se entrevista con Carrero Blanco, siendo éste ya presidente del Gobierno de España y posible sucesor de Franco al frente del Régimen. Kissinger intenta convencer a Carrero para que desista de continuar con las investigaciones nucleares pero el presidente del Gobierno español se niega, consciente de que hacerlo supondría no estar en el club de las potencias militares del momento (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y la Unión Soviética) lo que le restaría mucha influencia en la escena internacional y para Franco era imprescindible ya que así conseguían mantener a Marruecos atemorizado y a Gran Bretaña respetuosa (el Régimen franquista llevaba muy mal la espina de la colonia británica de Gibraltar).

Pocos días después Carrero Blanco muere asesinado en un atentado de ETA. Se ha escrito mucho al respecto, sobre todo como una banda como aquella, que aún no despuntaba demasiado, pudo acabar con la vida del presidente del Gobierno, estimándose que debió recibir ayuda exterior si bien otros autores aseguran que Carrero Blanco era un objetivo fácil ya que no llevaba prácticamente escolta y sus itinerarios eran conocidos por su entorno; se trataba de un hombre religioso que acudía a misa regularmente. Lo curioso de esta historia, de la que nos ocuparemos en otra ocasión, es que el supuesto jefe del comando etarra que asesinó a Carrero Blanco moriría en un atentado cinco años después del mismo modo, su vehículo estalló por los aires pero aún más curioso es que pudiera ser quién conoció a la persona que financió el atentado a Carrero. ¿Le eliminaron porque era el único que sabía los detalles en torno al asesinato del almirante?

Como aún sigue siendo un misterio, continuemos con el programa nuclear español, el cual después de la muerte de Carrero sufrió una demora que no supondría el abandono del proyecto ya que en 1976, el ministro español de asuntos exteriores, Areilza, le aseguró al presidente norteamericano Carter que continuarían con su programa incluso muerto ya Franco porque era un derecho que tenían para poder estar en ese selecto club de potencias mundiales al que España, por su Historia, no podía renunciar. El nuevo impulsor del programa atómico español, el general Rodríguez Sahagún, ministro de Defensa, sabe que es cuestión de pocos años que España sea una potencia nuclear puesto que ya podían conseguir 140 kilogramosde plutonio al año. Para la fabricación de una bomba atómica se requerían seis kilogramos de plutonio por lo que España, con la adecuada tecnología, en 1980, de haber continuado su programa, salvado el coste que suponía, hubiera podido poseer un arsenal de al menos 60 bombas nucleares.

La revolución iraní de 1979 originó una grave crisis energética mundial por lo que el petróleo escaseaba y se racionaba la gasolina, razón de más para que España continuara con su proyecto nuclear con la excusa de que únicamente pretendía potenciar el uso de la energía atómica como alternativa al petróleo (que en cierto modo, también fue así). Digamos que en la segunda mitad de los 70 ocurrió con España lo mismo que con Países actuales como Irán o Corea del Norte a los que se presiona para que abandonen sus respectivos proyectos atómicos.

La crisis se agravó y España se hacía cada vez más dependiente de sus aliados, especialmente de los Estados Unidos, cuyo presidente, Jimmy Carter, amenazó con boicotear a España si no abandonaba definitivamente su intención de construir bombas atómicas.

La situación en el País, con una transición política en marcha, el riesgo siempre activo de un alzamiento militar, la economía muy deteriorada, un Gobierno débil y el terrorismo asesinando como nunca antes lo había hecho y sin cesar (antes de la democracia ETA solo había asesinado a 45 personas pero entre la muerte de Franco y el golpe de Estado de 1981 hubo 281 atentados mortales, solo de ETA), obligaron al Gobierno español a ceder ante los Estados Unidos y permitir, desde abril de 1981, al Organismo Internacional de la Energía Atómica que inspeccionara las centrales nucleares españolas, pero incluso el primer Gobierno socialista no quiso renunciar de primeras al programa nuclear por lo que accedió solo a que fuera el Organismo atómico europeo “Euratom” el que inspeccionara el programa español.

Leopoldo Calvo Sotelo, en su intervención en el Congreso de los Diputados el cinco de febrero de 1986, citó un fragmento de un documento titulado “La seguridad en Europa”, redactado por el Partido Socialista francés en el que se planteaba la existencia de una tercera potencia nuclear europea para que Europa Occidental pudiera defenderse por su cuenta sin tener que recurrir a Estados Unidos para todo. La idea era poder independizarse de la tutela norteamericana.Sin embargo, el Ministro de Defensa, Narcís serra, ya anunciaba que en breve se firmaría el Tratado de No Proliferación Nuclear para de ese modo recibir a cambio las tan necesitadas ayudas norteamericanas y por supuesto el ingreso de España enla Unión Europea, lo que ocurriría poco después.

La CIA, como ocurre con el resto de Servicios Secretos del Mundo libre, desclasifica sus archivos e informes pasado cierto tiempo y siempre y cuando su conocimiento ya no suponga una amenaza para la estabilidad internacional. Uno de esos informes habla del programa nuclear español en 1974. Dicho informe fue desclasificado a petición del Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad“George Washington”.

El informe dice lo siguiente:

«España tiene moderadas reservas propias de uranio (…) España es uno de los países de Europa merecedores de atención por su posible proliferación de armas nucleares en los próximos años. Tiene reservas propias de uranio de moderado tamaño, un extenso programa de desarrollo nuclear (tres reactores operativos, siete en construcción y otros diecisiete más en proyecto) y una planta piloto para enriquecimiento de uranio (…) pero aún necesitan diez años para desarrollar su programa nuclear aunque España, Irán, Egipto, Pakistán, Brasil o Corea del Sur podrían detonar un ingenio experimental antes de ese tiempo, quizás considerablemente antes adquiriendo material u obteniendo ayuda extranjera. Cada uno de estos países es objeto de diferentes motivaciones y presiones (…) en el caso de España el Gobierno de Francisco Franco no ha firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares suscrito por 19 países (…) porque los compromisos que adquirían los países no nucleares eran inadecuados y obligaban a inspecciones periódicas, las cuales ponían al descubierto sus programas de cara a sus competidores. De cualquier forma, España tiene un acuerdo militar bilateral con EE UU que los dirigentes españoles ven como una oferta de mayor seguridad que su independiente capacidad nuclear (…) sólo una improbable combinación de circunstancias derivadas de la localización de España respecto a Gibraltar, Portugal y Norte de África, junto con la pérdida de los lazos de seguridad con EE UU y la OTAN y quizás un Gobierno post-Franco inseguro de sí mismo pudieran convertirse en una razón para que España desarrolle una capacidad nuclear».

En el mes de enero de este año 2008, Donato Fuejo, uno de los primeros directivos del Consejo de Seguridad Nuclear respalda el informe de la CIA diciendo que: «Todo lo que dice ese documento es cierto. En España no hay informes sobre esos proyectos porque eran del máximo secreto, los controlaban los militares, pero algo supimos y sospechamos. Empujado por sus ansias de grandeza, el franquismo parecía obsesionado por el desarrollo nuclear. Encajaba bien en las pretensiones de aquel momento por muy descabellado que nos parezca ahora. Lo que cuenta la CIA fue ideado por Franco y sus hombres de confianza con la idea de que España se convirtiera en una gran potencia y colocar al país a la altura de Francia y Reino Unido. No me extraña que los norteamericanos vigilaran esos proyectos porque tenían buena información y, además, las primeras centrales españolas eran de fabricación norteamericana, concretamente de la empresa “Westinghouse» Aquellos planes estaban dirigidos a conseguir el enriquecimiento de uranio, pero de todo aquello sólo se llevó a cabo la construcción de las nueve centrales nucleares para producción eléctrica que heredó la democracia. En aquel momento, esos proyectos secretos eran una locura. No había riqueza ni medios tecnológicos para abordarlos. No me extraña que la CIA vigilara esos planes porque Franco y algunos de sus militares lo soñaban. No sé que habría pasado si sigue la dictadura. Cuando llegó la democracia, se hizo el parón nuclear y se creó el actual Consejo».

En la actualidad en España hay nueve centrales nucleares (la polémica Vandellós cerró en 1989) y doce reactores de fusión siendo la tecnología española tan avanzada que en tan solo cinco años desarrollarían armas nucleares como las más modernas actuales si el Gobierno lo propusiera. Empresas españolas construyen reactores nucleares y turbinas de vapor en Estados Unidos y otros países y además España forma parte del consorcio nuclear EURODIF junto a Francia y Bélgica.

Actualmente el 20 % de la energía consumida en España procede de las centrales nucleares y en Salamanca existe una fábrica de combustible nuclear así como un centro de almacenamiento de residuos en Cabril (Córdoba).

 

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